Corrupción, sentencia y repercusión
En pleno proceso electoral en el país, la corrupción no parece estar entre las prioridades de ninguno de los que se postulan a los máximos cargos. Y la sociedad civil tampoco parece reclamar mayoritariamente que se ponga fin a prácticas corruptas. Tampoco la Justicia ha dado la talla en esta cuestión.
La condena a 6 años de prisión que recibió el ex subsecretario de Obras Públicas de la Nación, José López, en el sonado caso de los bolsos del convento fue el corolario de un proceso judicial en el que las pruebas eran evidentes y, por ende, poco había que dilucidar. No quedó claro el origen de la millonaria suma que el ex funcionario pretendía esconder, pero aun así todo su accionar derivó en una lógica sentencia.
Si bien este final judicial dejó muchas aristas para el análisis, su repercusión social no parece haber sido muy grande. Posiblemente, porque se trató de una situación tan grotesca que impedía mayores controversias. O quizás porque volvió a quedar exhibida la indiferencia de gran parte de la sociedad argentina frente a la corrupción en las esferas de gobierno. La tolerancia social en este fenómeno es un elemento para nada desdeñable. Revertirla no asoma como una tarea sencilla.
En el fárrago de noticias cruzadas, interpretaciones diferentes de los mismos hechos, argumentaciones falaces, mentiras sistemáticas, opiniones interesadas y silencios que dicen mucho convendría ahondar la reflexión sobre lo que significa la corrupción en el Estado, sus gravísimas consecuencias para el orden social, la inoperancia de la mayor parte de las herramientas institucionales para combatirla y el escaso interés que en ello se pone.
La corrupción es tan añeja como el hombre. En la antigua Grecia, Cicerón ya advertía que"servirse de un cargopúblico para enriquecimiento personal resulta no yainmoral, sinocriminal y abominable". Mucho más acá en el tiempo, la instauración de los valores de honestidad y transparencia en los actos de gobierno comenzaron a ser declamados como principios esenciales para la vida de una República.
En pleno proceso electoral en el país, la corrupción no parece estar entre las prioridades de ninguno de los que se postulan a los máximos cargos. Y la sociedad civil tampoco parece reclamar mayoritariamente que se ponga fin a prácticas corruptas. Tampoco la Justicia ha dado la talla en esta cuestión.
La condena a José López podría servir para reavivar la discusión sobre un tema central para la vida de la Argentina que viene. La prensa libre, la independencia judicial, el equilibrio de poderes, la transparencia en los actos de gobierno, la coherencia entre el decir y el hacer y la vigencia de valores esenciales para la vida en comunidad son elementos insoslayables para evitar el enquistamiento de las maniobras de corrupción en los ámbitos del poder.
Asoma como lejana una realidad en la que todas las anteriores situaciones se den juntas. De todos modos, quizás el fallo contra el ex funcionario que revoleó bolsos con millones de dólares en un convento haya abierto una rendija a la esperanza de que pueda modificarse este estado de cosas.