Cada vez más limpiavidrios en las calles de San Francisco
Se concentran en varias esquinas de la ciudad. Aseguran que la mayoría de los automovilistas son más solidarios y les dan unos billetes, aunque no faltan aquellos que los consideran una molestia. En un día bueno, llegan a juntar $800.
"Cuando comencé, había poco trabajo, no se conseguían changas de albañilería o pintura, la crisis golpea". "La gente es muy buena, siempre nos ayuda; aunque están los que se enojan, pero nosotros tratamos de entenderlos". "Algunos conductores te dicen: '¿otra vez? Ya me lo limpiaron en la otra esquina'". Fueron algunas de las frases que dijeron los limpiavidrios de San Francisco al ser consultados por este diario.
Si bien ellos no llevan un conteo de cuántas personas trabajan de esta manera, sostienen que desde hace un año hasta la fecha la cantidad de limpiavidrios creció notablemente, cada vez hay más esquinas donde alguien ofrece este servicio.
En su mayoría, son hombres desocupados. Un tiempo atrás, su presencia era habitual en la esquina de las avenidas Cervantes y Trigueros, en la zona oeste de la ciudad, pero ahora son más y están también en el cruce de avenida Rosario de Santa Fe (ruta nacional 19) y San Lorenzo o esquinas céntricas, en Bv. 25 de Mayo.
"Hay gente que te da diez pesos, otros más, así como están aquellos que se muestran indiferentes, que no quieren que le lavemos los vidrios", relata uno de los protagonistas. Por jornada pueden llegar a ganar unos 800 pesos, como mucho.
De esquinas y rebusques. En Cervantes y Trigueros, los hermanos Alejandro y Matías
Ganarse la vida
En Trigueros y Cervantes Alejandro (32) y su hermano Matías (20), provenientes de Estación Frontera (Santa Fe) aguardan al rayo del sol la luz roja del semáforo para ofrecer su servicio a cambio de una propina.
"Hago este trabajo hace unos cinco años, pero mi hermano comenzó un poco más tarde, dos o tres años después", le cuenta Alejandro a LA VOZ DE SAN JUSTO, a quien la falta de trabajo como albañil lo obligó a limpiar vidrios.
"Cuando comencé, había poco trabajo, no se conseguían changas de albañilería o pintura, la crisis golpea", asegura. Siendo más joven, realizó la misma tarea en esquinas de "la ciudad de Córdoba, en Villa María, en varios lugares hasta que un día me animé a hacerlo aquí en donde mucha gente me conoce", confiesa Alejandro, ya una cara conocida para quienes desde las 8 transitan este sector de la ciudad.
"Yo no tengo mujer ni hijos, con lo que recaudo ayudo a mi mamá quien tiene algunas necesidades -sigue-. Fui criado aquí, siempre me gustó viajar como mochilero para conocer otros lugares".
Consultado sobre el trato que reciben de parte de los conductores, dice que "la gente es muy buena, siempre nos ayuda; también los muchachos de la estación de servicios, del hipermercado en donde también limpio las vidrieras, en varios lugares limpio los vidrios".
Aunque están los que se enojan; aquellos que los consideran una molestia y rechazan sus servicios. "Nosotros tratamos de entenderlos porque a veces están con un mal día, siempre les hablamos con respeto porque muchas veces esas mismas personas al otro día vuelven a pasar, te piden disculpas y te dejan una propina".
"Algunos conductores te dicen: '¿otra vez? Ya me lo limpiaron en la otra esquina'".
En cuanto a la recaudación del día, Alejandro reconoce que es mayor los primeros días del mes, cuando la gente cobra el sueldo. Suele ganar entre 500 y 600 pesos diarios, pero en las jornadas más flojas, entre 300 y 400 pesos.
La jornada "laboral" para Alejandro y su hermano termina a las 12, porque por la tarde hay otros limpiavidrios y por una suerte de código entre "colegas", no coinciden.
Un rebusque para no salir a robar
En la intersección de San Lorenzo y Rosario de Santa Fe, para Manuel (29), con el secador en mano, que chorrea agua espumosa, se acerca rápidamente al automóvil que la luz roja detuvo. Tiene poco más de un minuto para realizar su labor.
Espera nuevamente que el cambio de luz y vuelve a la ruta, pero esta vez sin suerte. Un ofuscado conductor le hace el gesto de "no" con si dedo índice. Impotente, pero no sorprendido, el joven que reside en barrio Acapulco (Josefina) le cuenta a LA VOZ DE SAN JUSTO que esta changa es una vía de escape para las "macanas" que venía haciendo por su adicción a las drogas.
En San Lorenzo y Rosario de Santa Fe, Manuel.
"Me cansé de andar robándole a la gente en la calle, entonces un día dije: 'me pongo a limpiar vidrios y desde hace unos siete u ocho meses estoy en esta esquina y ya no hago más macanas", agrega Manuel y se sincera: "Robaba para poder consumir".
Hoy, establecido en el lugar, se gana la vida lavando los parabrisas de los coches, "siempre con el consentimiento de sus dueños", afirma. En tanto, los 800 pesos que pude llegar a juntar cada día le alcanzan apenas para comer, no puede pagar un alquiler, mucho menos mantener a su pequeña hija, que vive con su madre.
Dice que se desenvuelve muy bien haciendo tareas de albañilería, pero la crisis económica, la paralización de la construcción y las drogas conspiraron para que no pueda vivir de ese oficio.
"Los conductores no me tratan mal, al contrario, a veces piden que no les limpie el vidrio y me dan lo mismo la propina", añade.
Vestido de hombre araña para que no lo reconozcan
En septiembre
pasado, la historia de Pedro conmovió a todos y demostraba cómo la crisis golpea
a los más necesitados que no saben cómo conseguir recursos para sobrevivir.
Un lector alertó a LA VOZ DE SAN JUSTO con una captura de WhatsApp, que mostraba a este "personaje" limpiando vidrios de los autos en la esquina de Trigueros y Cervantes.
Este diario se acercó para conversar con el joven y preguntarle sobre el llamativo atuendo. Vestirse de Spider - Man no es ninguna estrategia de marketing sino que reveló que lo hacía porque su mujer quedó sin trabajo y tuvo que salir a hacer changas para sobrevivir. "Me pongo la máscara porque no quiero que la gente me identifique porque tengo trabajo, pero necesito salir porque la plata no me alcanza", sostuvo con cierto pudor.
Pedro, el Spider -Man que limpiando vidrios en Cervantes y Triguero (Archivo | LVSJ)
Esta pequeña escena podría trasladarse a infinitos momentos que tienen como protagonistas a personas desempleadas pidiendo alguna ayuda y la incomodidad que eso les provoca.