Agro: nadando contra la corriente
Pretender eliminar las retenciones es una actitud contraria a la dirección en la que se conduce el gobierno nacional. Pero abre el debate nuevamente. Lo mantiene vivo. Rompe con la unicidad de un lenguaje acusador contra el campo argentino. Demuestra que existe otro camino.
El contexto macroeconómico de la Argentina y varias de las políticas que se han implementado en las últimas décadas han remarcado un panorama conflictivo en la relación entre las autoridades de gobierno y el sector agropecuario. El punto culmen fue el conflicto desatado por el proyecto de retenciones móviles en 2008, una bisagra que le permitió al campo cobrar notoriedad en las grandes urbes y tomar un protagonismo que antes no tenía.
Esto derivó en largas confrontaciones que se mantienen. Mientras los productores parecen nadar contra la corriente, apostando al crecimiento, al desarrollo tecnológico y a la sustentabilidad de sus explotaciones, desde los escritorios porteños solo se observa al sector como una fuente de ingresos destinada a paliar el eterno déficit generado por el despilfarro de recursos.
La corriente anti campo se corresponde, principalmente, con la pretendida instauración de ideologías que esconden resentimientos históricos, una visión irreal de lo que es el agro argentino en la actualidad y determinados razonamientos que cobran fuerza tan solo para diseminar un discurso que solo convence a los fanáticos.
Los párrafos que anteceden procuran contextualizar los nuevos intentos de imposición de tributos al campo y a algunos otros sectores productivos que se estarían pergeñando en las mentes de los funcionarios nacionales. Apelando a razones externas que determinaron el crecimiento de los precios internacionales de los granos, se habla de "renta inesperada".
Nada se afirma, al contrario, sobre la enorme cantidad de recursos que pertenecen al interior profundo del país, generados por el agro y que, retenciones a la exportación mediante, sirven para mantener prosélitos en medio de una crisis que se agrava día tras día. De este modo, se confirma que el hombre de campo y todo el que apuesta a producir transita contra la corriente, nada río arriba, mientras el descenso de la calidad de vida de los argentinos se transforma en un caudaloso torrente de fracasos encadenados.
Con una lógica irrefutable, pero también yendo en la dirección contraria a la marea ideológica que domina la mente de muchos funcionarios, el bloque de diputados de Córdoba Federal presentó el proyecto de eliminación gradual de las retenciones de los derechos de exportación de los productos agrícolas. Los legisladores nacionales están dando detalles de su iniciativa en todas las sociedades rurales de la provincia y expresan que su finalidad es "dar vuelta la historia de un mal impuesto que comenzó, por única vez, hace ya 20 años".
Posiblemente no se alcance la aprobación de una norma como la que se propugna. Pretender eliminar un tributo regresivo es una actitud contraria a la dirección en la que se conduce el gobierno nacional. Pero abre el debate nuevamente. Lo mantiene vivo. Rompe con la unicidad de un lenguaje acusador contra el campo argentino. Demuestra que existe otro camino. Un sendero en el que no se observa contradicción entre el desarrollo de la producción agropecuaria y la mejora en los aspectos sociales y económicos del país.