Unión Europea – Mercosur: fracaso en puerta
El Mercosur ha vuelto al letargo de otros tiempos. Muchos miembros de la Unión Europea no parecen estar muy interesados en ratificar los acuerdos. Así las cosas, en poco más de un año se pasó del entusiasmo estridente al silencio que también atruena. El acuerdo parece haber fracasado antes de ponerse en marcha.
Parece que transcurrió un siglo. Pero fue apenas hace poco más de un año. Con estridencias y también la consabida polémica que en la Argentina siempre se enciende en estos temas, se había anunciado la firma de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. La firma del tratado abría perspectivas notables para nuestra región, teniendo en cuenta que el grupo formado por la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, en conjunto equivale a la quinta economía del mundo.
Sin embargo, a quince meses de aquel anuncio, el tema ha sido sepultado bajo los escombros de la demolición que significó la pandemia y la cuarentena, así como también por la indiferencia del nuevo gobierno cuyas principales voces fueron las más cuestionadoras en ocasión de difundirse el consenso al que se había arribado entre los dos grupos que reúnen a los países del viejo continente y del cono sur. Es que para ciertas corrientes ideológicas los acuerdos solo pueden ser admitidos si son alcanzados por "propia tropa". De lo contrario, deben transformarse en piezas de museo. Lo mismo parece suceder en Europa, hoy también sacudida por el virus e involucrada nuevamente en la lucha con Gran Bretaña por las condiciones del Brexit.
Lo cierto es que poco ha quedado de aquel hecho auspicioso que significó la firma del acuerdo luego de dos décadas de negociaciones, en julio de 2019. Ni siquiera lo recuerdan quienes lo impulsaron y se mostraron eufóricos cuando se produjo la firma. No han hecho ningún intento de avivar la discusión sobre su ratificación y alcances, lo que demuestra también su impericia política. La emergencia sepultó cualquier intento y las preocupaciones también rumbearon para otras direcciones. Tanto es así que posiblemente el convenio se transforme en letra muerta, si es que ya no lo es.
La realidad pasó por encima a una oportunidad histórica de integrar un mercado de 800 millones de habitantes. De conseguir la unificación comercial de casi una cuarta del PBI del mundo entero. Y de mostrar al mundo que la conformación de bloques de países tiene sentido porque permitiría encontrar acercamientos que disminuyan las desigualdades que existen entre los países firmantes. Por cierto, se requiere de negociaciones muy complejas y que seguramente llevarían muchos años, pero la dirección era la correcta. Lamentablemente, el camino se ha perdido.
También se extravió la oportunidad de sentar las bases de una postura intermedia en materia geopolítica y de comercio internacional frente a las tensiones entre las dos potencias hoy dominantes: Estados Unidos y China. Porque a los acuerdos económicos darían peso político a los bloques -en especial al Mercosur-, mejoraría la institucionalidad de nuestros países y, así, su voz se alzaría en el concierto de las naciones para tener fuerza propia en las decisiones que afectan a todo el planeta.
Nada de ello ocurrirá en el cercano plazo. Porque el Mercosur ha vuelto al letargo de otros tiempos. Porque las tensiones al interior del bloque se reavivaron. Y porque muchos miembros de la Unión Europea no parecen estar muy interesados en ratificar los acuerdos, poniendo varias excusas, entre ellas la preocupación por la falta de cuidado del ambiente que se verifica, según líderes europeos en la deforestación del Amazonas. Así las cosas, en poco más de un año se pasó del entusiasmo estridente al silencio que también atruena. El acuerdo parece haber fracasado antes de ponerse en marcha.