El carnaval, una tradición que sigue alegrando a los pueblos
Junto con las fiestas patronales son las principales festividades de todos los pueblos de la zona. Se trata de una icónica fiesta que pervive-
Los carnavales, al igual que las fiestas patronales, son en los pueblos de nuestra región las dos festividades centrales cada año y, desde hace tiempos remotos, los eventos que congregan a la familia.
Aunque con algunos cambios, los carnavales han sabido sobreponerse al paso del tiempo y hoy siguen intactos en pueblos de San Justo.
Costumbres tradicionales como la quema del Rey Momo, la elaboración de carrozas por parte de los vecinos y el simple hecho de jugar al carnaval con agua en los barrios, se han perdido en la última década.
No obstante, la fecha inicial carnestolenda (mes de febrero), las calles donde se realiza el carnaval, la elección de la reina y el baile popular sobre el final de la noche son las tradiciones que han logrado mantenerse durante años.
La batucada de los años 80, una imagen para el recuerdo en La Francia
Si bien cada pueblo tiene su historia en particular, todos persiguen el mismo objetivo: congregar a los vecinos para pasar una noche divertida y en familia.
LA VOZ DE SAN JUSTO entrevistó a vecinos de las localidades de La Francia y Arroyito, quienes de diferentes maneras han participado en aquellas primeras "fiestas de la carne".
Arroyito. Una postal del año 1972 muestra lo sencillo y rudimentario del carnaval en esa época
"Disfrutábamos de bailar para el pueblo"
Martha Francese fue una de las pasistas y hasta reina de la primera comparsa de La Francia denominada "Juventud y Alegría", conformada en 1975 por alumnas de la escuela secundaria del pueblo, en ese momento Instituto Comercial Secundario "La Francia" (hoy Instituto de Nivel Medio La Francia).
"La idea surge entre los mismos alumnos a partir de un campamento realizado en el paraje Vaquerías, de las sierras de Córdoba, bajo la responsabilidad del profesor de Educación Física René Bruno", comentó Martha.
"Yo no había ido a ese campamento, pero al escuchar la idea, inmediatamente me sumé", agregó.
Las carrozas, una excusa para unir a los vecinos
"En esa época todas las instituciones armaban carrozas, inclusive se alquilaban carrozas a otros pueblos, algo que ya no se ve", recordó la vecina de La Francia.
"Los carnavales se llenaban de gente, movilizaban a todo el pueblo que colaboraba con la organización, la confección de trajes y de carrozas", comentó.
Inclusive recordó que "se ocupaban hasta tres cuadras para realizar el carnaval".
"Todo era muy austero y rudimentario. Cada una se hacía cargo de los trajes que se confeccionaban con restos de telas, sólo se compraba la capa para la reina de la comparsa y como no teníamos plata para comprar lentejuelas, el brillo se lograba con lameta o papel metalizado. Se trabajaba todo el mes para elaborar los trajes y toda la familia y amigos colaboraban", precisó Martha.
"En ese momento ya estaba la comparsa de Devoto, a la que íbamos a ver para tomar ideas, inclusive algunos trajes los compramos hechos porque la misma ya se estaba dejando".
Según relató Martha, en ese entonces, la "murga" se conformaba por los varones de la escuela que durante el desfile del 9 de Julio ejecutaban las trompetas y tambores de la propia escuela; esos mismos instrumentos se usaban para la murga.
Arroyito. Una postal del año 1972 muestra lo sencillo y rudimentario del carnaval en esa época
"Nosotras éramos felices bailando para el pueblo, de hecho hemos recorrido muchos lugares de la zona, pero después se nos complicó porque muchas de las chicas se iban a estudiar a Córdoba", relató.
Otro de los recuerdos de Martha son los días en los que se armaba el carnaval en los barrios con baldazos de agua. "Durante esos días se jugaba mucho al carnaval. Salíamos en camionetas por los barrios donde nos sorprendían con las bombitas o baldes de agua. Inclusive había empleadas que iban a trabajar empapadas porque las mojaban cuando pasaban", recordó entre sus anécdotas.
El animador del carnaval
"El carnaval está metido dentro de la religión y la cultura de la gente de campo", asegura Ramón Lemos, quien fuera animador de aquellos primeros carnavalazos en La Francia.
En este sentido, explicó que "el carnaval empezaba cuando terminaba la cosecha. Según se decía, eran días en los que se podía pecar, por eso en la carne todo vale; luego se daban 40 días de ayuno esperando la Pascua, ese era el verdadero sentido del carnaval".
A sus 71 años recuerda que "era hermoso, ver como familias enteras participaban, y se divertían con cosas sencillas. No era necesario gastar tanto dinero para divertirse".
Entre sus anécdotas, Ramón manifestó que "como no teníamos plata buscábamos un par de zapatillas viejas, las afeitábamos con la tijera y las pintábamos".
En este sentido, Ramón señaló que su participación era amplia en el carnaval, ya que además de conducir y animar, se disfrazaba, elaboraba las carrozas y hasta participaba en una agrupación musical "Dominó" que cerraba los bailes de carnaval.
La Francia. Las chicas de la comparsa Sol y Luna, que hoy se transformó en Nueva Luna
Ramón fue empleado durante más de 35 años en el negocio de Don Toni Almada, de allí su amor por el carnaval. "Mi patrón era el precursor de este tipo de eventos en el pueblo, en el centro de la plaza se bailaba, se cantaba y se disfrazaban, de hecho en una oportunidad me disfracé de torero junto a Olga, la hija del patrón y su marido, Alberto Ballatore quien fuera intendente de La Francia".
"Tiempo más tarde se nos ocurrió hacer carrozas junto a las familias que vivíamos sobre calle Suquía: los Baroni Romero, González, Salvático, entre otros", relató Ramón.
"En una oportunidad hicimos una moto gigante que dos horas antes del carnaval tuvimos que desarmar porque no pasaba por la puerta", contó.
Luego reconoció que "se trabaja en equipo y todo se hacía a pulmón, con pasión y por amor al pueblo". Y rescató que "siempre se hizo en el denominado ´túnel multicolor´ sobre la Avenida 24 de Septiembre, a lo largo de la cual se colocan todas luces de colores".
La quema del Rey Momo
Recordó además que todos los años se hacía un gran muñeco de papel en la plaza San Martín que luego se quemaba, la tradicional quema del Rey Momo.
Ramón, quien hoy sólo asiste como espectador a los carnavalazos expresó que "mi mayor deseo es que sigan las ganas de trabajar y de mantener esta hermosa costumbre que al igual que las fiestas patronales son patrimonio histórico y cultural de los pueblos".